(Ciudad Guayana, 13 de agosto).- Cuando el 25 de mayo de 2022 Elon Musk y su amigo y defensor de la invasión rusa de Ucrania David Sacks lanzaron la campaña del candidato republicano a la presidencia de EEUU Ron DeSantis con una conversación en Twitter, el resultado fue una catástrofe tecnológica.
La página web se cayó una y otra vez, y los sueños de Musk de hacer de Twitter «una plaza de la libertad de expresión» acabaron en la nada. Sacks echó la culpa al hecho de que «tenemos tanta gente [esperando] que se han fundido los servidores, lo que es una buena señal». Era mentira. Según la propia Twitter, la audiencia nunca pasó de las 420.000 personas.
Eso era cuando Musk apoyaba a DeSantis entre otras cosas porque, como escribió en Twitter el 11 de mayo de aquel año, Trump estaba demasiado viejo para competir en otra campaña. Ahora, Musk apoya a Trump, con quien se ha comprometido a entregar 45 millones de dólares -41 millones de euros- para ayudar en su campaña a las elecciones del 5 de noviembre. Y, para demostrarlo, el fundador de SpaceX y xAI, y máximo accionista y responsable de Tesla, lanzó anoche otra conversación con el candidato Trump.
El resultado, peor que con DeSantis. La web se cayó antes de que empezara el diálogo. Obviamente, Musk no admitió ningún error por parte de la red social que adquirió en octubre de 2022, y le echó la culpa «a un ataque masivo» realizado contra Twitter, a la que ha rebautizado como X. No ofreció ninguna prueba. Pero, evidentemente, tuvo tiempo para echar la culpa al enemigo, es decir, al Partido Demócrata. Cuando uno de sus seguidores, Mark Pincus, fundador de la hoy difunta empresa de juegos ‘online’ Zynga, que lanzó el muy popular Farmville, colgó en Twitter que «¡Son los demócratas, tratando de ‘salvar’ la democracia de dos disruptores masivos!», Musk respondió: «Sí».
La idea de un ataque ‘online’ es muy oportuna, pero poco creíble dada la cascada de catástrofes tecnológicas que ha sufrido X desde que Musk la compró y echó a cerca de tres cuartas partes de la plantilla. El propio diario Wall Street Journal, propiedad del empresario trumpistaRupert Murdoch, titulaba anoche ‘La entrevista de Elon Musk con Donald Trump, retrasada por problemas técnicos’. En realidad, llamarlo «entrevista» es una exageración, dado que Musk no es periodista, sino empresario, y, además, ningún informador entrevista a un candidato a un cargo cuya campaña ha prometido financiar a un ritmo de 1,5 millones de dólares (1,37 millones de euros) diarios de julio a noviembre. Tampoco es normal una entrevista en la que hay un teléfono para hacer donaciones al candidato.
En todo caso, la charla tenía su morbo, en buena medida por el romance ideológico entre Trump y Musk, que hasta hace poco se detestaban públicamente. Hace apenas dos años y un mes, el 12 de julio de 2022, Trump escribió en su red social Thurth Social que «cuando Elon Musk vino a la Casa Blanca a pedirme ayuda por todos sus proyectos subvencionados, ya fuera coches eléctricos que no van muy lejos, coches sin conductores que se estrellan, o cohetes a ninguna parte, que, sin subvenciones no irían a ningún sitio, a decirme lo que le gustaban los republicanos y lo que le gustaba yo, si le hubiera dicho ‘ponte de rodillas y suplícame’, lo hubiera hecho». El día anterior, Musk había escrito en Twitter «cuelgue el sombrero y desaparezca en el crepúsculo».
Pero eso es de hace dos años. La alianza entre Trump y Musk es ahora más firme que nunca. Y, cuando la charla empezó, por fin, con cuarenta minutos de retraso, eso quedó claro. La presunta «entrevista» consistió en un mitin de Donald Trump con Musk diciendo obedientemente «sí, sí, sí, sí» -aunque en algunos casos dijo «claro»-, o profundas observaciones, como que «Kamala [Harris] no va a intimidar al mundo».
Para el empresario más rico del mundo la clave es «la pregunta, inmensamente importante, de si el presidente de Estados Unidos intimida». A ese respecto, Trump dio algunos detalles inventados sobre sus conversaciones con Vladimir Putin -«con quien me llevo muy bien»- a quien, relató, le dijo «¡ni se te ocurra mirarla!» en referencia a Ucrania, que era, al parecer, «la niña de sus ojos». El ex presidente volvió una vez más a insistir en que Ucrania está a punto de derrumbarse frente a Rusia y repitió que «Rusia derrotó a los nazis».
Inmigración
Musk también respaldó entusiásticamente su teoría de que todos los países del mundo están cerrando sus cárceles y manicomios y enviando a esa gente a la frontera de México con EEUU. Ahí volvió a repetir una de sus frases favoritas, que es que, bajo el régimen de Nicolás Maduro, «la delincuencia en Venezuela ha caído en un 72%» porque el Gobierno de ese país «ha vaciado el 50% de las cárceles» y enviado a EEUU a «asesinos, violadores y delincuentes» que «hacen que los criminales parezcan buena gente». El ex presidente no hizo referencia alguna al robo de las elecciones de hace dos semanas por Maduro ni a la represión en ese país.
No lo hizo porque lo único que le preocupa es la inmigración. El candidato republicano se enfrascó en la cuestión, hablando incluso de «22 criminales» que, dijo, han soltado de la cárcel «en Congo» (¿la República Democrática del Congo o la República del Congo?) «porque es muy caro mantener las cárceles» y han llegado a Nueva York. Musk coincidió totalmente con Trump, al afirmar que la situación en la frontera entre México y EEUU parece sacada de una película como «Tercera Guerra Mundial: Apocalipsis Zombie«, y añadió que ese país «está recibiendo al resto de la Tierra, aunque solo somos el 4% o el 5% de la población mundial».
NAM/Agencias